Desde hace ya muchos años en mi habitación cuento con unas cortinas con velcro que me hizo mi madre para que me fuesen fáciles de quitar para echar a lavar. Esa es una cosa que desde siempre me ha parecido bien, se trata de simplificar las cosas. Si es más sencillo tener unas cortinas con velcro en lugar de tener las clásicas cortinas que para descargarlas hay que usar una escalera, con el riesgo de caerse que eso conlleva.  

Siempre he sido partidario de que las cosas que tenga sean completamente funcionales, nunca me ha importado mucho el que las cosas sean bonitas pero sí que cumplan con su función principal, mientras cumpla eso yo ya estoy contento, pero por desgracia muchas veces no se me pide opinión cuando un mueble no les gusta o a mi madre o a mi tía. Ellas suelen decidir si puedo o no puedo meter cualquier mueble en mi habitación, pero al final suelo salirme con la mía, porque la decoración no es que me encante.

Considero que cada uno debe de decorar su habitación como le guste y no como le obliguen unos familiares como en mi caso, más que nada porque los familiares no van a vivir en tu habitación en cambio tú sí. En el resto de las habitaciones mi opinión no importa en absoluto y tampoco la doy porque para qué darla si no te van a escuchar. Prefiero guardarme mis opiniones para cuando tenga mi propio piso o apartamento, aunque eso me parece que va a tardar bastante tiempo.

 

No tener opinión en casa tampoco es que me haga ser un tipo raro, porque cuando estoy con los amigos sí que escuchan mis opiniones y eso hace que no me venga abajo como persona. Además, cuando doy mi opinión con mi familia o no se me hace caso o bien se me regaña por cualquier tontería sin yo tener culpa de nada. Por eso cada vez tengo menos cosas de las cuales hablar con mis familiares y prefiero que me pongan con los niños, que por lo menos ellos escuchan cuando hablo y les interesan mis historias raras.